
Quizá lo más bonito que me ha aportado Yoga es cambiar la eterna idea de Yo, yo, y yo para mirar y darme cuenta qué es lo importante para el otro. En vez de obsesionarme con mis propias historias, el impulso interior es el de servir a los demás.
Aprender a apaciguar aunque sea un poco más el ego y sentirme un poco más libre. Agradecer y agradecer por lo que soy, por lo que tengo, por estar. Y que mis alumnos experimenten poco a poco esto también, que no estamos solos, que todos estamos unidos, avanzando hacia un Yo superior donde podamos encontrar esa tan ansiada paz interna.
Me he dado cuenta que he entrado en una fase Espiritual. Me he dado cuenta que me encantan los mantras, mudras, las energías más sutiles y que actualmente toman un papel importante en mi práctica y sobre todo en las clases que imparto.
Que la pregunta: ¿Quién Soy?, es básica, para darme cuenta que somos algo más de lo aparentemente visible.
Que el amor y sobre todo la compasión por mi misma y hacia los demás, me hace comprender la posición del otro, fundamental para poder ser feliz dentro de los avatares de la vida y de los avatares de los demás.
Que realmente somos energía, y formamos parte de ella, y que podemos sintonizar con ella, y cuando lo hacemos, podemos entrar en una dimensión en la que la palabra “confianza” toma un lugar importante. Esa confianza es mi rincón de libertad. Confiar en la vida: PAZ.
Confianza aunque experimentemos altibajos en la vida. Felicidad conociendo la experiencia opuesta. Equilibrio de opuestos.
Sin dejarnos a merced de la energía del ego, que nos insiste en que todo tiene que ser tal y como queremos, que todo tiene que ser perfecto. Confiar en nuestro Maestro interno que siempre nos guía hacia lo mejor.